Para entender lo que es la guerra, a veces hace falta “verla” a través de los ojos de un niño. Este es justamente el mensaje que la realizadora ucraniana Eva Neymann ha querido transmitir con su película The House with a turret (La casa con la torrecilla).
La película, una adaptación de la autobiografía del escritor ruso Friedrich Gorenstein, reconstruye la historia de un niño de ocho años durante la II Guerra Mundial en Rusia. Huérfano de padre, el pequeño se sube a un tren abarrotado de gente con su madre, con el objetivo final de reunirse con su abuelo, en la casa con la torrecilla. El viaje de la joven mujer llega a su fin cuando se agrava su enfermedad y se ve obligada a bajarse del tren para ir al hospital. Muere de tifus y el pequeño debe entonces hacer frente a esta situación solo.
Merece totalmente la pena ver esta película. De hecho, tanto la historia como el equipo cinematográfico la presentan sin precedentes. En ella, sin juicios ni discursos políticos ni historias, la miseria explota en las miradas, y la búsqueda de la supervivencia queda marcada en los rostros. El contraste entre el blanco y el negro contrapone la oscuridad pesimista a la explosión de esperanza. Al final, esta casa con la torrecilla se convierte igualmente en algo utópico. Una utopía en la que se quiere creer. Una utopía que se convierte en un auténtico paraíso. A lo largo de toda la película, a través de los ojos de un niño de ocho años, distinguimos ciertos personajes benevolentes, pero también lo que salta a la vista es que la guerra ha quitado a los pueblos algo crucial: la sensibilidad frente a los males de los demás.
Este largometraje ha recibido muchos reconocimientos (Premio The East of the West del Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary, Premio del Jurado del Festival de Cine de de Batumi y el Gran Premio Tallinn Black Nights en 2012), sin duda gracias a la asociación entre la astucia y la inocencia de este joven intérprete en peligro que ha sabido llegar al jurado.
El estreno de la película en Francia está previsto para el 20 de noviembre, con motivo del Día Internacional de los Derechos del Niño. Esta será una buena ocasión para reflexionar sobre la protección de sus derechos, violados en muchos países y especialmente durante las guerras contemporáneas.
