La falta de acceso a los cuidados intensivos pediátricos en las zonas rurales amenaza el derecho a la vida de la infancia

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Los cuidados intensivos pediátricos son fundamentales para reducir la morbilidad y la mortalidad a nivel mundial. En las zonas rurales, la mayoría de los hospitales no disponen de unidades de cuidados intensivos, de personal sanitario formado para atender a los niños en estado crítico, ni de un acceso rápido a los medicamentos, suministros y equipos necesarios. En consecuencia, la infancia de las zonas rurales y otros entornos con recursos limitados se enfrenta a crecientes obstáculos para la atención pediátrica y a constantes riesgos para su vida. 

¿Qué son los cuidados intensivos pediátricos?

Los niños y niñas que requieren cuidados de urgencia tienen necesidades especiales, sobre todo cuando las urgencias son graves o ponen en peligro la vida. Los cuidados intensivos pediátricos representan una disciplina altamente especializada con un papel destacado en el tratamiento de los niños gravemente enfermos (Springer Open, 2018).

El concepto de cuidados críticos nació durante la epidemia de poliomielitis entre los años 1920 y 1950, cuando el número de pacientes en estado crítico llevó a la creación de áreas especializadas, las «unidades de cuidados intensivos», que proporcionaban atención y monitorización continuas (Frontiers in Pediatrics, 2016). La primera unidad de cuidados intensivos pediátricos (UCIP) se abrió en el Hospital Infantil de Gotemburgo, en el oeste de Suecia (Frontiers in Pediatrics, 2016).

Poco a poco, surgieron múltiples innovaciones técnicas con sofisticadas posibilidades terapéuticas y diagnósticas, como la ventilación mecánica para los recién nacidos con síndrome de dificultad respiratoria, la asistencia postoperatoria a niños con sepsis o casos de neumonía grave, la oxigenación por membrana extracorpórea (ECMO), la diálisis o la plasmaféresis, lo que ha dado lugar a una rama de la medicina que ha reducido en gran medida la mortalidad infantil (American Academy of Pediatrics, 2013). 

De hecho, la mortalidad está inversamente correlacionada con la disponibilidad de unidades de cuidados intensivos pediátricos, con el número de intensivistas pediátricos, con el número de camas y con el número de centros pediátricos especializados (Medicina Intensiva, 2004).

Así, las limitaciones logísticas y financieras, las deficiencias en las disciplinas de apoyo —laboratorio, técnicas de imagen, cirugía y otras subespecialidades—, el precario estado general del paciente como consecuencia de una enfermedad avanzada o de desnutrición, los retrasos en el ingreso y la inadecuación de los primeros tratamientos dispensados, así como la insuficiente formación profesional en determinadas áreas, pueden contribuir significativamente a la mortalidad infantil (Medicina Intensiva, 2004).

Las unidades de cuidados intensivos pediátricos en las zonas rurales

Lamentablemente, la distribución de las unidades de cuidados intensivos pediátricos en el mundo es desigual. La falta de recursos suficientes — todos concentrados en zonas específicas— y de una firme voluntad política en las zonas rurales podría afectar la capacidad de los hospitales para garantizar una atención que salve la vida de los niños y niñas (Pediatric Emergency Care, 2020).

Ciertamente, los hospitales rurales han recortado varios servicios, como la enfermería especializada, la obstetricia y la pediatría, trasladando estas secciones desde los hospitales comunitarios generales hacia los hospitales infantiles más especializados y los centros académicos de las grandes ciudades, en un proceso denominado «regionalización» (STAT, 2021). Aunque la regionalización permite ofrecer una atención más experta a la infancia con trastornos específicos, concentra los recursos en áreas determinadas, dejando fuera muchas zonas rurales (STAT, 2021).

De hecho, especialmente durante la última década, el acceso a los servicios sanitarios prestados por los hospitales rurales ha cambiado de dos maneras importantes. En primer lugar, ha aumentado considerablemente el número de hospitales rurales que han cerrado o se han reconvertido (Rural Health Research Gateway, 2021). En segundo lugar, muchos hospitales rurales han reducido o eliminado servicios que históricamente se consideraban esenciales, como los cuidados intensivos neonatales y los cuidados de traumatología infantil (Rural Health Research Gateway, 2021).

Por lo tanto, la coincidencia de varios factores ha provocado una brecha creciente en el nivel de atención disponible en las unidades de cuidados intensivos pediátricos del mundo. Como muestran diferentes investigaciones, entre ellas el estudio sobre la carga mundial de morbilidad (GBD, por sus siglas en inglés), la mayoría de las muertes infantiles en estos entornos se deben a causas prevenibles y reversibles (The Lancet, 2015). Se ha demostrado que las primeras 24 horas de hospitalización representan el momento más vulnerable, ya que un tercio de las muertes de pacientes se producen durante este periodo, que con demasiada frecuencia no se previene por el retraso en la detección, la consulta tardía y la falta de recursos (Molyneux E, 2006).

En efecto, los entornos con recursos limitados o las zonas en las que la capacidad de atender las enfermedades potencialmente mortales se limita a los recursos sanitarios básicos, suponen un reto específico para el desarrollo y la sostenibilidad de los servicios de cuidados críticos (Critical Care Medicine, 2006). Así, se ha demostrado que la creación de servicios eficaces de urgencias pediátricas y de cuidados críticos en países con recursos limitados puede reducir sustancialmente la mortalidad global en niños menores de 5 años (Pediatric Anesthesia, 2009).

Atención pediátrica durante la pandemia de COVID-19

La COVID-19 ha supuesto una llamada de atención para todo el mundo que manifiesta la urgencia de aumentar el número de unidades de cuidados intensivos pediátricos. La pandemia mostró las consecuencias de años y años de recortes en la atención sanitaria, de políticas inadecuadas y de decisiones tardías y el mayor coste lo han pagado, en demasiados casos, los niños y niñas que no han tenido acceso a los cuidados intensivos pediátricos y han fallecido como consecuencia de estos fallos (La Repubblica, 2022).

De hecho, aunque las pruebas parecen indicar que los niños son menos susceptibles de infectarse por el coronavirus de tipo 2 causante del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2) que los adultos, un número constante de casos pediátricos ha requerido el ingreso en la unidad de cuidados intensivos pediátricos, asistencia respiratoria con ventilación mecánica e intervenciones adicionales para salvar la vida (Italian Journal of Pediatrics, 2021).

Como las zonas rurales no suelen disponer de UCIP, los niños con insuficiencia respiratoria y deterioro de las funciones vitales ingresan en unidades de cuidados intensivos para adultos. Sin embargo, el niño es un paciente con características y necesidades propias, que debe ser tratado con cuidados y conocimientos específicos. Por este motivo, en casos extremos se traslada a los niños a centros equipados con UCIP, exponiéndolos a largos y complejos desplazamientos, perdiendo un tiempo vital para la supervivencia del niño (Pediatric Research, 2021).

Cuando se pierde una vida infantil por falta de cuidados intensivos pediátricos

En enero de 2022, la COVID-19 y los fallos del sistema sanitario acabaron, en menos de 48 horas, con la vida de una niña de dos años en Italia. La niña tenía fiebre cuando su estado empezó a agravarse. La llevaron al hospital más cercano, a una hora de distancia de su casa, donde dio positivo en la prueba de COVID-19 y fue hospitalizada inmediatamente. El diagnóstico fue neumonía intersticial bilateral. Hora tras hora, su estado de salud siguió empeorando (La Repubblica, 2022).

Por ello, se decidió trasladarla a la unidad de cuidados intensivos de otro hospital, a otra hora de distancia en ambulancia, donde llegó en un estado muy grave. Sus pulmones corrían peligro, tenía serias dificultades para respirar y su saturación de oxígeno estaba en el nivel más bajo tolerable. La pusieron inmediatamente en ventilación asistida y la estabilizaron. Pero la unidad de cuidados intensivos del hospital era para adultos, inadecuada para manejar las complicaciones y vulnerabilidades de salud de una niña de dos años (Corriere della Calabria, 2022).

Por lo tanto, se decidió trasladarla a la unidad de cuidados intensivos pediátricos más cercana, en la capital de Italia, a más de 600 kilómetros de distancia. Un vehículo de la Fuerza Aérea llevó la ambulancia con la niña a bordo hacia la atención primaria necesaria. Cuando llegó, ya era demasiado tarde; su estado se había deteriorado demasiado y la niña murió. Esas 48 horas de retraso en proporcionarle la atención adecuada fueron fatales (La Repubblica, 2022).

No es posible saber con certeza si la niña se habría salvado de haber existido una unidad de cuidados intensivos pediátricos en su región, pero seguramente la total falta de la asistencia sanitaria necesaria implica una negación dramática del derecho a la salud y del derecho a la vida de la niña. La muerte de esta menor es de una gravedad que hay que recordar y que no puede pasar por alto, ni permanecer indiferente.

El hecho de que en algunas regiones de Italia el número de camas de cuidados intensivos pediátricos por millón de habitantes sea igual a cero requiere una intervención inmediata, con acciones decisivas coordinadas a múltiples niveles. Sólo entonces se podrán hacer efectivos los derechos del niño garantizados por la Constitución y por los convenios internacionales más importantes.

Garantías internacionales para proporcionar una atención pediátrica adecuada

En 2000 y 2015, los líderes mundiales establecieron objetivos clave para apoyar un desarrollo centrado en los derechos. En lo que respecta a la pediatría, el Objetivo de Desarrollo del Milenio 4 y el Objetivo de Desarrollo Sostenible 3 pretendían reducir drásticamente las tasas de mortalidad de los menores de 5 años (Frontiers in Pediatrics, 2016). A pesar de la rápida reducción de la mortalidad infantil en algunos países, los avances en las zonas rurales siguieron siendo insuficientes para alcanzar el objetivo (Pediatric Research, 2021). Promover la activación efectiva de las unidades de cuidados intensivos pediátricos en las zonas rurales del mundo contribuiría significativamente a conseguirlo.

Garantizar una atención rápida y eficaz a los niños gravemente enfermos es un requisito previo esencial para cumplir con los requerimientos internacionales fundamentales, incluido el derecho a una salud adecuada, tal como se establece en el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el derecho a la vida en virtud del artículo 2 del CEDH y el derecho a la salud recogido en el artículo 24 de la Convención sobre los Derechos del Niño.

Tal como se define en el artículo 24,el Comité interpreta el derecho del niño a la salud como un derecho inclusivo, que se extiende a la prevención oportuna y adecuada, la promoción de la salud y los servicios de rehabilitación, curativos y paliativos destinados a satisfacer también el derecho de la infancia a crecer y desarrollarse plenamente y a vivir en condiciones que les permitan alcanzar las mejores condiciones de salud mediante la aplicación de programas que aborden los factores subyacentes de la salud (Comité de los Derechos del Niño, 2013).

“Los Estados Partes se esforzarán por asegurar que ningún niño sea privado de su derecho al disfrute de esos servicios sanitarios.”

– artículo 24, párrafo 1, Convención sobre los Derechos del Niño

Los Estados Partes tienen la obligación de respetar, proteger y cumplir con los derechos humanos, incluido el derecho de los niños a la salud. De hecho, de acuerdo con el artículo 4 de la misma Convención, los Estados Partes deben cumplir con los derechos contenidos en el derecho del niño a la salud en la medida en que los recursos disponibles lo permitan y, cuando sea necesario, en el marco de la cooperación internacional. Todos los Estados, independientemente de su nivel de desarrollo, deben adoptar medidas inmediatas para cumplir estas obligaciones con carácter prioritario (Comité de los Derechos del Niño, 2013).

No hay tiempo que perder para garantizar el derecho a la vida y a la salud

Aumentar el número de unidades de cuidados intensivos pediátricos para responder a las emergencias y servir de salvavidas también en las zonas rurales del mundo es un deber que no se puede retrasar más. El momento es ahora y los Estados deben actuar con responsabilidad para satisfacer plenamente los derechos del niño

Proporcionar una atención pediátrica de alta calidad a la comunidad mundial es una obligación legal y moral. Los Estados, las organizaciones internacionales y todas las demás partes interesadas del mundo deben trabajar conjuntamente. Aprovechando las experiencias pasadas y las lecciones aprendidas, así como invirtiendo en investigación, educación, fondos, intercambio de información e innovaciones tecnológicas continuas, la atención pediátrica debe y puede avanzar mediante acciones sinérgicas. Estas acciones deben concienciar sobre los derechos del niño y de sus necesidades clínicas únicas, y aplicar procedimientos específicos para evitar que la infancia que vive en zonas rurales se vea privada de una atención sanitaria adecuada.

Humanium lanza un llamamiento urgente a la acción para la creación efectiva de unidades de cuidados intensivos pediátricos en las zonas rurales y en los países de renta baja, para que el derecho a la salud y el derecho a la vida de todos los niños y niñas sean respetados, aplicados y salvaguardados, sin discriminaciones de ningún tipo.

¡Únase a nosotros para hacer realidad el derecho a la vida de todos los niños y niñas del mundo apadrinando a un niñohaciendo una donación o haciéndose voluntario!

Escrito por Federica Versea

Traducido por Kyle Estment-Shah

Revisado por Inés Mª Campillo

Bibliografía:

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