El círculo virtuoso de la participación significativa de los niños

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El día 1 de abril de 2021, la Unión Europea y el Consejo de Europa lanzaron el proyecto conjunto “CP4EUROPE”. Este proyecto tiene como objetivo incrementar los medios y oportunidades para la participación de los niños y las niñas (Consejo de Europa, 2021). A pesar de que la participación se considera un derecho fundamental del niño, aún existe una creciente necesidad de proyectos que incluyan este valor fundamental, incluso cuando ya han transcurrido más de 30 años desde la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN). Esto plantea un interrogante: dada la importancia de la participación infantil, ¿por qué este derecho todavía no se cumple de manera efectiva?

¿Qué es la participación significativa?

Si bien la participación no se menciona explícitamente en la CDN, el concepto deriva del derecho del niño a ser escuchado y tomado en serio (Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, 2009). Este derecho se encuentra en el artículo 12 de la CDN y es considerado uno de los cuatro principios fundamentales de la misma (Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, 2009).

Esto supone que la participación no es solamente un derecho aislado, sino que debe incluirse en la implementación de todos los derechos del niño. Por este motivo, los niños y las niñas deberían estar involucrados en el desarrollo de todas las políticas, programas y medidas que les afecten (Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, 2009).

Aunque parezca sencillo, proyectos como CP4EUROPE indican que no es así. Para satisfacer los requisitos de participación, no basta con preguntar a un niño cuál es su punto de vista sobre un determinado tema, sino que además, este debe tomarse en serio. En otras palabras, las opiniones expresadas por los niños y las niñas en un marco de participación no deberían ser ignoradas. De lo contrario, la participación no sería significativa y no tendría valor alguno. Para considerarse significativa, la participación debería contener tres elementos esenciales: informar, escuchar e involucrar (Bouma et al., 2018).

El primer elemento estipula informar al niño sobre sus derechos a participar, las posibilidades de participar, el enfoque de la participación y las consecuencias que su contribución podría tener (Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, 2009). Por último, se debería informar al niño sobre la decisión tomada y si su aporte ha contribuido de alguna manera en esa decisión.

El segundo elemento considera que no solamente debe darse a los niños y a las niñas la oportunidad de ser escuchados, sino que también deben ser alentados a hacerlo (Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, 2009). Es importante tener en cuenta que, si bien tienen la oportunidad de hacerlo, los niños y las niñas deberían tener la libertad de optar por expresar sus opiniones (Bouma et al., 2018).

El último elemento insta a la participación de los niños y las niñas en todo el proceso de toma de decisiones. Esto se vincula con los primeros dos puntos y determina que la participación no es un evento excepcional, sino que implica una intervención continua del niño (Bouma et al., 2018). Por lo tanto, para que la participación sea verdaderamente significativa, el niño debe ser informado, escuchado e involucrado en cada etapa del proceso de toma de decisiones.

El valor de la participación de los niños

Permitir la participación continua puede requerir un esfuerzo mayor, pero los beneficios superan en gran medida a los costos (Janta et al., 2021). Establecer espacios de participación significativa impacta de forma positiva en la autoconfianza, la autoestima, las capacidades cognitivas y las habilidades sociales del niño involucrado (Garcia-Quiroga y Agoglia, 2020).

Además, y quizás lo más importante, enseña a los niños y a las niñas a respetar a otros y a sus respectivos puntos de vista (Lansdown, 2011). Cuantos más niños tengan la oportunidad de participar, mayor será el impacto positivo, lo que dará lugar a una mejor participación (Lansdown, 2011). Es decir, la participación significativa es un círculo virtuoso que realmente empodera a los niños y a las niñas, ahora y en el futuro.

No resulta sorprendente entonces que la participación significativa no beneficie únicamente al niño, sino que se ha demostrado que favorece a toda la sociedad (Lansdown, 2011). Existen numerosos estudios que demuestran que la participación significativa ha tenido una repercusión positiva en comunidades locales (Lansdown, 2011). Un ejemplo de este impacto puede observarse en Colombia, donde niños y niñas en edad escolar han desarrollado un programa para la conservación de los bosques (Hart, 2013).

Durante el programa, los niños y niñas, que trabajaban en estrecha colaboración con la comunidad local, enseñaban a los adultos sobre el uso sostenible del bosque, mientras lo reforestaban con decenas de árboles autóctonos. Además de empoderar a los niños, su participación dio a toda la comunidad la oportunidad de aprender; de ser mejores.

Obstáculos para una efectiva ejecución

Las deficiencias de los marcos vigentes

Entonces, ¿por qué siguen siendo necesarios proyectos como el de CP4EUROPE? La verdad es que varios de los marcos regulatorios actuales fracasan a la hora de implementar la participación significativa de manera eficaz (Janta et al., 2021). Se han identificado varios problemas, pero hay dos que se observan de forma recurrente: con frecuencia, la participación del niño es de carácter simbólico y, en general, solo se da la oportunidad de participar a cierto grupo de niños y niñas.

Los niños y las niñas perciben los marcos participativos como “tokenismo” (Lundy, 2007). Es decir, la participación de los niños en el proceso de toma de decisiones es meramente simbólica. Como un “cascarón vacío”, no tiene ningún impacto real en la toma de decisiones final. Algunos marcos directamente dejan de lado las opiniones que dieron, mientras que otros no informan a los participantes sobre la repercusión de su aporte en el proceso de toma de decisiones (Tisdall y Davis, 2004).

Estos marcos no implementan los tres elementos de la participación significativa. Ello podría exacerbar la sensación de que las opiniones de los niños y las niñas no importan o que no se toman en serio (Lundy, 2007). En consecuencia, los niños se vuelven reacios a participar (seriamente) en procesos futuros, volviendo absurdos los marcos participativos.

Incluso si verdaderamente se toman en serio las opiniones de los niños y las niñas, una selección sesgada de los participantes provoca una representación desequilibrada de los niños incluidos (Janta et al., 2021). Este sesgo es doble: en primer lugar, grupos marginados como los niños refugiados y los niños con discapacidades quedan frecuentemente excluidos de la oportunidad de participar (Garcia-Quiroga y Agoglia, 2020); en segundo lugar, estos marcos generalmente se ajustan a niños y niñas mayores y adolescentes (Janta et al., 2021).

Debido a las modalidades participativas excluyentes y enfocadas en adultos, decenas de niños y niñas son incapaces de expresar su punto de vista sobre las cuestiones que les afectan. Esto, además de dificultar la implementación de la participación significativa, entra en conflicto con la prohibición de la discriminación, lo que marginaliza aún más a los grupos vulnerables.

La actitud de los adultos con respecto a la participación infantil

Es indudable que los marcos existentes tienen sus deficiencias. Sin embargo, a través de la participación de los niños y las niñas, estas deficiencias pueden identificarse y resolverse (Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, 2009). Para lograr un cambio genuino y hacer realidad la participación significativa, los niños y las niñas necesitan de la buena voluntad y cooperación de los adultos. Desafortunadamente, la actitud de muchos de ellos prueba ser un obstáculo considerable para llevar a cabo este cambio tan necesario.

Con frecuencia, los adultos etiquetan a los niños como incompetentes, poco confiables y desinformados (Mayall, 2000). Por tanto, se asume que los niños y las niñas no son capaces de participar de manera constructiva en cualquier proceso de toma de decisiones. Contrariamente a esta asunción, los niños suelen aportar perspectivas únicas de las que los adultos carecen. Por ende, involucrar a los niños y a las niñas en todas las etapas podría mejorar la relevancia, efectividad y sostenibilidad de la decisión tomada (Lansdown, 2011).

Esta asunción es, para expresarlo de forma clara, perjudicial por más de una razón, lo que dificulta aún más la efectiva puesta en práctica de la participación significativa, y provoca que se rompa el invaluable círculo virtuoso (Lundy, 2007). Cada vez es más evidente que los niños y las niñas son realmente competentes (Mayall, 2000). Por lo tanto, esta mentalidad históricamente arraigada entre los adultos debe desestimarse. En cambio, estos deberían asumir que los niños, sus niños y niñas son, de hecho, competentes (Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, 2009).

Si bien es injusto y falso afirmar rotundamente que ninguno de los marcos existentes logra una participación infantil significativa, deben tomarse más medidas para asegurar la puesta en práctica efectiva de este derecho fundamental de los niños y las niñas. Esta es, en efecto, la razón por la que necesitamos más proyectos como CP4EUROPE. Necesitamos un cambio radical de las creencias que comparten muchos adultos.

Los niños y las niñas no son los seres que muchos adultos consideran que deberían ser (Heimer y Palme, 2016). Tomando esto en cuenta, lo preocupante es que, si los adultos no dejan atrás esta postura arcaica, CP4EUROPE y otros proyectos similares no podrán lograr el cambio tan necesario para los niños y las niñas en el futuro. ¿El resultado? La participación significativa de niños competentes, optimistas e informados, y su valor para toda la sociedad, serán erradicadas por el “tokenismo”.

Escrito por Yunus Oppier

Traducido por María Eugenia Lodeiro

Revisado por Inés Mª Campillo Pazos

Bibliografía:

Bouma, H., López López, M., Knorth, E. J., & Grietens, H. (2018). Meaningful participation for children in the Dutch child protection system: A critical analysis of relevant provisions in policy documents. Child Abuse & Neglect, 79, 279–292.

Council of Europe. (2021, April 1). No Europe gets ready to strengthen national child participation frameworks and actionTitle.

Garcia-Quiroga, M., & Agoglia, I. S. (2020). Too Vulnerable to Participate? Challenges for Meaningful Participation in Research With Children in Alternative Care and Adoption. International Journal of Qualitative Methods, 19, 160940692095896.

Hart, R. A. (2013). Children’s Participation. Routledge.

Heimer, M., & Palme, J. (2016). Rethinking child policy post-UN convention on the rights of the child: Vulnerable children’s welfare in Sweden. Journal of Social Policy, 45(3), 435–452.

Janta, B., Bruckmayer, M., Silva, A. De, Gilder, L., Culora, A., Cole, S., Leenders, E., Schuurman, E. M., & Hagger-vaughan, A. (2021). Study on child participation in EU political and democratic life (Issue February).

Lansdown, G. (2011). Every Child’s Right to be Heard (Vol. 0, Issue 0). Save the Children UK.

Lundy, L. (2007). ‘Voice’ is not enough: conceptualising Article 12 of the United Nations Convention on the Rights of the Child. British Educational Research Journal, 33(6), 927–942.

Mayall, B. (2000). The sociology of childhood in relation to children’s rights. The International Journal of Children’s Rights, 8(3), 243–259.

Tisdall, E. K. M., & Davis, J. (2004). Making a Difference? Bringing Children’s and Young People’s Views, into Policy-Making. Children and Society, 18(2), 131–142.

UN Committee on the Rights of the Child. (2009). General comment No.12 (2009): The right of the child to be heard (Vol. 12).