El impacto del coronavirus en el trabajo infantil en las minas de cobalto de la RD Congo

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El año pasado, durante el confinamiento causado por la pandemia del COVID-19 y tras el cierre de las escuelas y las empresas, ambos el teletrabajo y las clases mediante videoconferencia se han utilizado cada vez más e incluso se han convertido en la manera principal de comunicarse. Por lo tanto, se produjo un aumento del 26% en las ventas de dispositivos electrónicos como smartphones, ordenadores y tabletas. La crisis sanitaria también ha provocado un auge sin precedentes de las ventas de vehículos electrónicos e híbridos enchufables, según las cifras publicadas por la Asociación de Constructores Europeos de Automóviles (Szirniks, 2021).

Para funcionar, todos estos dispositivos electrónicos necesitan baterías de iones de litio que utilizan un mineral raro: el cobalto. Más del 60% de la producción mundial de este mineral muy precioso procede de la República Democrática del Congo (RDC), y el 20% de este total se compone de la minería artesanal (Quioidbach, 2019). Hasta hoy en día, en la RD Congo, se estima que unos 40.000 niños están obligados a trabajar en las minas para recuperar este mineral en lugar de ir a la escuela, jugar o simplemente disfrutar de la infancia (Kara, 2018: Courboulay, 2020)

El trabajo infantil en las minas

Se estima que el 20% de las minas en la RD Congo son artesanales y que emplean en gran medida a niños. Estos niños, de entre 3 y 17 años, están obligados a trabajar en condiciones deplorables y peligrosas y son normalmente descalzos. “El trabajo infantil agrupa todas las actividades que privan a los niños de su infancia, su potencial y su dignidad, y que perjudican su escolarización y su desarrollo físico y mental”, según la Organización Internacional del Trabajo (UNICEF, s, d).

La extrema pobreza hace que el trabajo en las minas sea una necesidad para algunas familias congoleñas que se ven obligadas a enviar a sus hijos a trabajar en minas no reguladas. Los niños trabajan en las minas también para poder permitirse comer, vestirse o simplemente ir a la escuela.

Según un informe de Amnistía Internacional, los niños trabajan al menos 12 horas diarias bajo tierra en pozos sin protección de unos 10 metros de profundidad, a menudos excavados por ellos mismos. Sin máscaras ni cascos, bajan por los pozos sin ninguna protección, arriesgando sus vidas para sacar rocas llenas de minerales a la superficie. Otros niños trabajan en la superficie, sentados sobre las rocas y también sin máscaras ni guantes, recogiendo los minerales que encuentran, tamizando las rocas y los relaves, clasificando los minerales y entonces lavándolos para poder transportarlos (Amnistía Internacional, 2016).

Con una paga de solo 1 o 2 dólares al día, se exponen a muchos riesgos, como: morir en colapsos de pozos mineros, sufrir lesiones en accidentes, intoxicarse por mercurio y contraer enfermedades como infecciones pulmonares (Kippeberg, 2016; Nyirabihogo, 2016). En la República Democrática del Congo, la ley nacional prohíbe la explotación económica de los niños e incluso se les prohíbe ejercer una profesión. En 2011 se elaboró un plan de acción para erradicar el trabajo infantil, pero el Estado aún no lo ha formalizado (Organización Internacional del Trabajo, 2011).

Aunque los gobiernos han tomado medias en los últimos años, como en 2017 cuando el gobierno se comprometió formalmente a poner fin a estas prácticas antes de 2025, queda el pobre hecho de que la situación sobre el terreno ha cambiado muy poco (Amnistía Internacional, 2017; Mottier, 2017).

Los gigantes de la tecnología: los actores claves para poner fin a la explotación infantil

La crisis sanitaria ha provocado un aumento en la demanda de dispositivos electrónicos y, con ella, el auge de grandes empresas digitales como Amazon, Apple y Netflix. Estas empresas han sido capaces de aportar soluciones al planeta para afrontar la pandemia, pero también deben invertir más en las cadenas de suministro de que se benefician.

Así, ya en 2019 en Estados Unidos, una organización de derechos humanos, “International Rights Advocates,” presentó una denuncia contra Apple, Microsoft, Tesla, Google y Dell en nombre de 14 familias de niños que habían muerto o luego habían resultado gravemente heridos en las minas de cobalto (International Rights Advocates, 2019).

Estos gigantes de la tecnología han sido acusados de utilizar empresas a sabiendas que promovían el trabajo infantil en condiciones deplorables e inseguras. Esto se debe a que utilizan cobalto, un mineral raro y precioso que se usa para fabricar baterías de iones de litio que se utilizan para alimentar dispositivos electrónicos como smartphones, ordenadores e incluso coches eléctricos (Dansette, 2019). El asunto es aún más actual hoy porque estos grupos internacionales tienen una influencia significativa en las cadenas de producción. Con su implicación directa, pueden desarrollar las prácticas y mejorar las economías de los países que se abastecen.

¿Qué medidas se han tomado para combatir el trabajo infantil en las minas de la RDC?

El 30 de agosto en Kinshasa, la capital de la RD Congo, el Ministro de Empleo y Bienestar Social, Lambert Matuku Memas, anunció el compromiso del país de eliminar el trabajo infantil en el sector minero antes de 2025 (Sakho, 2017). A pesar de este anuncio, se han visto pocos cambios en los últimos años. Si los países en desarrollo se están quedando a la zaga en la aplicación de medidas concretas, es también debido a que los países occidentales han carecido de apoyo y participación.

Mientras que en Estados Unidos existen leyes desde hace años que prohíben el uso de minerales de zonas de conflicto (Conflict-Free Mineral Act), otros países han avanzado muy poco en esta cuestión. Exigir una mejor trazabilidad del origen de estos minerales podría poner fin rápidamente a las prácticas que explotan a las poblaciones frágiles y menores.

La Unión Europea (UE) ha evolucionado muy recientemente su marco jurídico en esta materia y, desde el 1 de enero de 2021, ha entrado en vigor un reglamento parlamentario que regula la extracción de minerales necesarios para la fabricación de smartphones y baterías (Unión Europea, 2017). Este reglamento pretende garantizar la transparencia y la seguridad en las prácticas de abastecimiento de los importadores de la UE, que ahora están obligados a verificar que los operadores de las minas respetan los derechos humanos y que los minerales no proceden de operaciones ilegales destinadas a financiar conflictos armados.

En ese contexto, China, el principal productor mundial de smartphones y baterías también ha realizado algunos progresos. En 2017, la Cámara de Comercio de China anunció el lanzamiento de la “Responsible Cobalt Initiative” para metales, materiales y productos químicos, basada en las recomendaciones de la OCDE sobre minerales de zonas de conflicto (Respect International, 2016; CFIE, 0217).

Los cambios en la ley en los principales países consumidores son una condición necesaria pero no suficiente para erradicar el trabajo infantil en la minería. Los ciudadanos también pueden desempeñar un papel al exigir más transparencia sobre el origen de los dispositivos electrónicos. La integración de criterios como el impacto social y medioambiental de estos productos de alta tecnología en su proceso de elección es la mejor manera de fomentar la transición hacia una cadena de suministro más responsable y respetuosa con los derechos humanos.

La pandemia es, por tanto, una oportunidad increíble para replantear la visión del mundo estableciendo objetivos más ambiciosos para el planeta y las personas. Un mundo en el que la tecnología no esté al servicio de nadie, sino que sea un vector de desarrollo y paz para todas las poblaciones.

Escrito por Eleonora Tria

Traducido por Kyle Estment-Shah

Bibliografía:

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